Reflexiones

En Centro ALMA sentimos el deseo de servir al prójimo desde el amor. Muchas veces nos preguntamos cuál es la fórmula adecuada para llevar adelante nuestras actividades y garantizar la permanencia del centro. El altruismo nos mueve, y a la vez somos conscientes de que necesitamos recursos para poder mantener nuestras instalaciones al servicio de los demás.

En nuestro camino de evolución personal no concebimos una vida desligada de lo espiritual. Dando la espalda al sentido de vivir, nos convertiríamos en seres temerosos cuyas acciones estarían motivadas por garantizar la satisfacción de nuestras necesidades individuales. Ya vivimos esa experiencia y aprendimos que no nos llenaba de júbilo ni nos hacía sentir en paz. Entonces, teníamos que abrir nuestro corazón y mente para descubrir cuál es nuestro propósito como seres humanos. Debíamos responder a las preguntas ¿Para qué estamos en este mundo? ¿Qué hacemos aquí? ¿Cuál es el sentido de la vida?

Hubo algunas respuestas que llegaron con claridad a nuestros corazones:

  • Hay una inteligencia amorosa y creadora de todas las cosas.
  • Estamos aquí para aprender a amar incondicionalmente a todos nuestros hermanos.
  • En este mundo no imperan las leyes del hombre, sino las del amor.

Con estas respuestas fundamos el Centro ALMA, y desde su reciente creación hemos buscado la fórmula adecuada para realizar nuestras actividades. Nos hemos encontrado con nuestros propios miedos y también con los consejos de los demás. Hay numerosas creencias que imperan en esta sociedad y que han sido obstáculos en nuestro camino:

  • Si ofrecemos un servicio, hemos de poner un precio.
  • Si no ponemos un precio, las personas no van a valorar lo que ofrecemos.
  • Si no cobramos, no vamos a poder cubrir nuestros gastos básicos.

Estos pensamientos han socavado nuestra confianza y han alimentado nuestros miedos. Y gracias a ellos hemos podido caer profundo, evaluar los cimientos de nuestra motivación y cuestionar ciertas creencias arraigadas en la sociedad.

Después de reflexionar y sentir, hemos llegado a las siguientes conclusiones:

  • En el mundo no imperan las leyes del hombre. Por tanto, debemos conocer qué leyes son las que rigen nuestra vida y actuar de acuerdo con ellas.
  • Hay una fuerza que está detrás de todo, que es el amor.
  • Cuando amamos, sentimos el deseo de dar.
  • Cuando nos alejamos del amor, sentimos miedo. Desde el miedo, buscamos recibir.
  • La verdadera felicidad nace en el amor, y no en el miedo. Por tanto, nace de dar y no de recibir.
  • ¿Cómo podemos entonces pensar en cubrir nuestras necesidades si sólo nos centramos en dar? Ya hemos dicho que esto nace del miedo y por tanto nos aleja del amor.

Se hace imprescindible, por tanto, confiar en que nuestras necesidades van a ser completamente cubiertas cuando amamos completamente al prójimo, pues es esto lo que hemos venido a aprender y puesto que no son las leyes del hombre las que imperan en el mundo, a pesar de que desde el miedo alimentemos la creencia de que lo son.

  • Es fundamental la entrega y confianza absoluta en que si nos centramos en dar y cuidar a los demás, esa inteligencia superior se va a encargar de cubrir todas nuestras necesidades para que podamos continuar con nuestro propósito.

La vida se nos da, no es algo que nos ganemos con esfuerzo, ya está ahí. Además todo aquello que siempre hemos necesitado para mantener nuestra vida corre la misma suerte, está ahí. Es así de simple. Si un cuerpo, un planeta, un universo se nos da y nos nutre constantemente ¿no sería lógico pensar que lo único que nos acerca a la armonía del universo es el dar?

Somos seres dependientes, nuestra existencia no sólo depende de la unión de nuestros progenitores, sino que también dependemos de nuestras células o incluso de algo más que nos insufla vida. Todo aquello que nos rodea también es dependiente, un árbol, un pez, un sistema solar… etc. Si toda la realidad es dependiente de algo significa que algo lo causa. Un posible razonamiento lógico es que, al final de la cadena de dependencias, algo es verdaderamente incausado y que a su vez tiene la capacidad de causar toda la realidad. Ese algo otorga a la realidad la posibilidad de existir y pone a disposición del todo, esa misma realidad. En pocas palabras “El Todo” nos da todo y todo el tiempo. ¿Sería acaso insensato pensar que el dar está realmente alejado de nuestra felicidad si provenimos de Una Fuente que sólo da?

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